"Es mucho más valiente decir las verdades que callar"
GERARDO ROMANO
El actor vive con entusiasmo renovado el regreso a la calle Corrientes, como parte del elenco de la obra » El secreto», en el teatro Multibaris.
“La obra me atrajo por la necesidad de reír que tenemos en estos tiempos difíciles. Y todas las circunstancias, las decisiones y los resultados que vivo en el presente. Hace 11 años que monto el unipersonal ‘Un judío común y corriente’; precisaba el espíritu gregario de estar con compañeros, de construir colectivamente, que es mi actitud de siempre”, remarca contento Gerardo Romano, en días posteriores de su regreso a calle Corrientes.
Uno de los mejores actores de su generación, con infinidad de noches de salas agotadas en la misma avenida porteña.
“Soy de tener miedos, claro”, enfatiza Romano con un gesto de timidez extraño al galardonado actor que se animó a contar una historia homosexual al filo de los ’90 en “Zona de riesgo” y compuso al Che Guevara en la obra “Sin condena”. Sobrevivió a los bombardeos en la Plaza de Mayo en 1955 y fue custodio del presidente Illia en el golpe de 1966. En relación al sentimiento de miedo agrega: “No huyo cuando tengo miedo. Camino hacia adelante. Si estudias, si crecés, si te preocupas, si trabajas, cada vez tendrás menos miedos. Ahora, si estás sin hacer nada, y vivís de prestado, seguro que temés a cualquier cosa”, enfatiza.
-En su trayectoria no se cuentan las comedias, ¿es otro gancho para que se involucre en esta propuesta sobre secretos que salen a la luz inesperadamente?
-Justamente hice pocas comedias, tal vez algo en cine en la “La clínica loca” de 1988, o en teatro en la obra “Pirañas” de 2010. Es fabuloso este retorno porque hace patente el ritual del teatro que celebra la comunidad.
-¿Por qué cree que lo llaman para personajes difíciles antes que los livianos?
-Me llaman porque puedo. Cuando nunca te han llamado, eso es una incógnita. Quizá ni es una prueba para vos. Y cuando ya te han llamado y te vuelven a llamar, es una ratificación de creer que estás en condiciones de hacerlo. Cada vez que dije que sí creí con todas mis fuerzas que podía hacerlo. Quizá esto se deba a que en mis comienzos tenía el pan asegurado y podía elegir sin preocuparme por la olla.
-¿Cómo elige hoy sus proyectos?
-Deben coincidir exactamente con lo que quiero decir, trabajar con los actores con los que quiero trabajar, y laburar con un director de la calidad ética, moral e ideológica que sostengo. Entonces si observas mi carrera mis elecciones fueron cuidadas, pensadas, medidas, deseadas y aceptadas.
¿POR QUÉ PIENSAS QUE SOY TAN SEXY?
Cuando en 1992 ganó el Martín Fierro al mejor actor Gerardo Romano volaba en el cielo del éxito y el deseo. Sexo, drogas y Rock&Roll parecía la música de Romano tal cual la famosa pieza que interpretó en los ‘90. Un año después sería tapa de la revista erótica Playboy abrazado a dos modelos y con la bajada de “sex symbol”. Lejos de renegar, Romano disfrutó el envión en aquellos años con gran intensidad al punto que afirma que inauguró ese rol para los varones argentinos.
-¿Es condición del ser humano ocultar como sugiere “El secreto”?
– Me parece que las cuestiones que a uno le provocan miedo, dudas, dolor, inseguridad o temores, uno las resuelve manteniendo eso en secreto. Es algo que excede la decisión personal, pero en general se tiende a autoprotegerse, y ocultar zonas que cree que si se supieran serían animosas contra uno.
Una zona de promesas que fue creciendo en los días de Gerardo Romano fue la actuación. Que descubrió con nervios pisando los 30, trabajando como abogado en el Ministerio de Justicia, en medio de la dictadura feroz que amenazaba su trajín de militancia, y jugando al rugby en Olivos.
“Con Ana María -Picchio- me reencuentro luego de ‘El marginal’ aunque a ella la conozco hace 50 años”, comenta al pasar Romano de la etapa formativa donde estrenaría en teatro con Luis Brandoni “Juegos a la hora de la siesta” (1976) y recuerda, “Formamos un grupo de teatro en el cual estaba Ana María, Susu Pecoraro, Miguel Ángel Solá, Juan Leyrado y Raúl Taibo. Nos dirigía Susana Torres Molina y durante dos años ensayábamos desde las seis de la tarde a la una de la mañana haciendo ejercicios e improvisación. Me había interesado el teatro viendo a Pepe Soriano interpretar al Papa Adriano VII, caí por casualidad invitado por una chica”, recuerda de una época en donde había que protegerse de los militares.
-La formación de abogado, ¿en qué sirvió para ser actor?
-En todo. Porque en la actuación la palabra es todo. Entonces estudiar una biblioteca entera como es una carrera universitaria, sobre todo una carrera enciclopédica, me complementó muy bien, y me ayudó, me sirvió muchísimo a leer mejor los papeles.
-¿Y la seducción?
-Son cosas que uno hace para que los demás le presten atención, para ser querido, aceptado, deseado. Actuar es una necesidad psicológica profunda de ser construido por la mirada del otro. Así que tener esa situación con uno, conlleva seducción y forma parte de mi historia.
Con apariciones relevantes en la pantalla grande en “Betibú” y “La Cordillera”, y participaciones especiales en las series de Maradona y Coppola en streaming, Gerardo Romano sostuvo la poderosa y aleccionadora “Un judío común y corriente”, que superó la década ahora en el Chacarerean Teatro. Mientras en la cotidiana enfrenta otras luchas, “Me diagnosticaron Parkinson en 2017 pero decidí mantenerla, no contarla. No entiendo que uno deba divulgar sus patologías y sus enfermedades, o circunstancias particulares de noviazgos y embarazos. Nadie dice su patología o el estado sentimental cuando se presenta en la sociedad”, asegura Romano.
-No es lo habitual.
-El Parkinson posee la aureola de rechazo, o de vergüenza relacionado con la vejez. Entonces, como lo peor que le puede pasar a un ser humano hoy es la vejez, admitir que la estás transcurriendo, o surcando, es admitir algo difícil.
-¿Porqué crees que te llamaron a la obra por la enfermedad o por lo que pensás?
-Considero que es la primera vez que llaman a un actor con Parkinson para trabajar en el teatro comercial. Son cuestiones distintas hablar de una enfermedad que padecés, con las características del Parkinson, y decir lo que pensás. Son cosas diferentes (pausa). Aunque digo la verdad en los dos casos. Es mucho más valiente decir las verdades que callar. Decir esto ahora. Decir la verdad. Decir lo que pienso. Es un sueño cumplido.
Texto: Mariano Oropeza (especial)