"BICHO" GÓMEZ
El humor es sanador
COMO INTEGRANTE DE LA CUARTA GENERACIÓN DE ARTISTAS DE CIRCO, MARCOS “BICHO” GÓMEZ ES EL MEJOR HIJO DE QUIENES ALEGRARON LAS RUTAS ARGENTINAS POR DÉCADAS.

“Es muy importante lo que está pasando con la obra ‘Tom, Dick & Harry’ para que se mantenga en cartel tantos meses”, comenta Marcos Gómez, más conocido como el Bicho, con una sonrisa de niño eterno, aquel que su madre lo llamaba para que se aleje de la jaula de los leones.
Sobre su presente en “Tom, Dick & Harry” señala: “Considero que todavía somos uno de los elegidos de la gente en Buenos Aires. Estamos hablando de la obra donde hay un matrimonio protagonizado por Mariano Martínez y Mercedes Oviedo, él tiene dos hermanos. Ellos tratan de ayudarlos en la adopción de un bebé. Y su manera de colaborar es no ayudándolos. Sin embargo, lo hacen con todo el amor que les sale, y pueden. Pero a veces hay amores que matan”, detalla el Bicho, que es uno de los más aplaudidos cada función compartida con Yayo, María Valenzuela y un sólido elenco, dirigido por Nicolás Cabré, en el Multiteatro.
“Para nosotros fue importante que nos dirija alguien que también actúa. Además, Nico hizo muchas comedias de éxito y nos aporta otra mirada. Eso ayuda un montón porque sabe muy bien lo que quiere”, destaca el comediante sobre la trepidante trama con toques de humor negro que no suelta a la platea de la calle Corrientes manteniéndola a pura risa.
-¿Tom tiene mucho del Payaso Malaonda o el Mariachi Loco?
-Hay algo de eso que me permite este personaje.
Es mi manera de encarar los personajes y también, lo que sobresale de mí en el teatro; heredado del circo. Es un rasgo muy personal: encontrar una actitud física en la actuación. Es una manera de trabajar que me gusta mucho.
-Esta historia original de Ray y Michael Cooney hace foco en el amor entre hermanos, ¿algo no muy lejano a su crianza en grandes familias ensambladas de cirqueros?
-Es que me toca de alguna manera porque fui criado y crecido en el circo. Un ámbito donde convivís las 24 horas con gente que son tus hermanas y hermanos de sangre y de la vida. Eso hace también que el circo te regale una visión de todo muy distinta, más humana.
-¿Por eso vuelve al circo cada vez que puede?
-Es el ámbito donde elijo volver porque allí están mis raíces. Y eso me pasa cada vez que puedo colaborar con el circo de mi primo Fabián, Cirque XXI. Cada tanto en vacaciones, cuando los tiempos me dan y podemos hacerlo, el circo es donde elijo pasar mis ratos. Y volver a lo que soy: un payaso de circo. Reencontrarme con mis amigos del circo y divertir al niño con el papá, con la mamá, con el tío, con el abuelo. Incluso llevar a mis hijos que nunca me habían visto en la pista. Para mí es un combo mágico que siempre quiero cerca mío.
LAS MUJERES DEL BICHO
“Las mujeres en el circo son fundamentales y han sido muy poco valoradas. De hecho, mi abuela quedó viuda de muy joven y realmente es impresionante lo empoderada que estaba aún en aquellos años cuando el feminismo estaba muy lejos. Salió adelante con sus seis hijos varones. Y el circo”, recuerda el Bicho. “Todavía recuerdo que la abuela era grande y sus hijos adultos le iban a pedir consejos. Ese es el valor de la mujer en el circo que también aprendí y trato de respetarlo, respetándolas”.
La carrera hecha. Eso piensa Bicho Gómez de sus primeros pasos en el espectáculo, bajo una carpa. Llegó al mundo “circunstancialmente, como buen hijo de cirqueros transhumantes”, en Río Cuarto, Córdoba. Desde los cuatro años, en los caminos de polvo y solidaridad, fue malabarista, acróbata, trapecista, cortaba entradas, ponía la música, repartía los volantes. Y pese a lo que se pueda pensar, el Bicho tenía una casa. Era el gran circo familiar que alegraba los pueblos con arte, cultura y sacrificio, donde muchas veces no llegaban ni la radio ni la televisión ni la escuela.
“No es que no tenés casa sino que tu casa es la familia del circo”, refuerza el Bicho, que hizo la primaria con mucho esfuerzo. “Mi papá consideraba primordial la educación. Tu casa es una casa rodante y tu mundo es el circo. Tu barrio es el circo. Lo que me dio esa vida fue una conciencia de la lucha diaria, del sacriflcio, de nunca dejarse vencer, y de afrontar todas las diflcultades acompañado de los afectos. Estar muy atento con lo que pasa a tu alrededor y lo que le pasa a los otros. De tener plena conflanza en el compañero. Son todos los valores que aprendí de chico y que mantengo. Trato de inculcarlo a mis hijos Rocío, Homero y Renata”, concluye el Bicho.
A los veintitantos, en una esquina de Rivadavia y Pasco, década del ‘80, conoció a Claudio Gallardou, en los albores de “La Banda de la Risa”, un revolucionario grupo que mezclaba teatro y clown, y que fue el comienzo de, por ejemplo, la carrera de Carola Reyna y Mauricio Dayub, entre otros. Para estos jóvenes porteños el “Bicho” era una escuela viva de las técnicas del picadero y juntos emprendieron un proyecto vigente al día de la fecha, con varias reencarnaciones del mítico colectivo artístico.

HUMOR ARGENTINO
“Considero que hay un estilo de humor argentino que fue transformándose y amoldándose a todos los gustos”, asegura un entendido de la risa nacional, Bicho Gómez. Admirador de Pepe Biondi y Carlitos Balá, con quien trabajó; el popular cómico sostiene que “el humor es sanador”. Y agrega: “Hoy la gente preflere el humor más irónico. Sin embargo, en la televisión y/o en el teatro es cancelado o sancionado, pero en las redes se vuelve viral”, concluye.
-¿Qué significó Jorge Guinzburg en tu carrera?
-Para mí estar con Jorge fue una beca. Estar al lado de él aprendiendo, creciendo. Era un tipo que te tomaba bajo el ala y te protegía. Fue muy importante en mi carrera, pero también en mi formación como persona. Con semejante experiencia pude trabajar, y hasta dirigir, a enormes artistas como Antonio Gasalla, Nacha Guevara y Raúl Lavié.
-¿Te hubiese gustado trabajar en la televisión desde otro lugar, por ejemplo, en una tira?
-¡Claro! Me encantaría laburar en tiras o comedias, pero tampoco me puedo quejar de la carrera que hice. Lo que me salió es mucho más que bien. No soy de pensar qué es lo que me falta, sino, buscar siempre nuevas cosas, sin lamentar. Me parece que está muy bueno sorprenderse con lo que venga. Y no planificar tanto.
Texto: Mariano Oropeza