ALFREDO

MIROLI

 

“Hay que ganar tiempo para la ciencia”

 

Uno de los más reconocidos inmunólogos argentinos, Alfredo Miroli, comparte la lucha de los científicos del mundo frente al Coronavirus mientras brinda sus opiniones sobre cómo estamos viviendo los argentinos la pandemia. “Una de mis esperanzas es que la Humanidad aprenda que de las catástrofes salimos juntos y solidarios”, sostiene.

 

  "La frase que hoy me preocupa es enemigo invisible”, arranca enfático Alfredo Miroli, uno de los principales especialistas inmunólogos del país, y agrega el doctor tucumano, “es como decirle a una persona que si sale de su casa lo pueden matar pero sin describir quién o qué. Y todo se transforma en peligroso, desde el señor en la vereda a la moto de la otra cuadra. Ese no es el mensaje adecuado: no existe ningún enemigo invisible, lo conocemos muy bien, se llama SARS CORONAVIRUS-2 (Síndrome Respiratorio Agudo Severo, Virus Corona 2), y sabemos bien cómo cuidarnos con medidas simples como los tapaboca, lavarnos las manos y la distancia a dos metros”, cierra quien se hizo viral en el mundo, alabado incluso por Antonio Banderas, con una sencilla descripción del virus, las precauciones sociales; y aseverando por qué el jabón es más efectivo y barato que el alcohol en gel.

“Es una larga historia, desde la peste negra y la viruela hasta el SIDA y gripes varias, donde hay gente sensata que informa de manera correcta y otra que cunde el pánico”, comenta el profesional que hace años desarrolla una intensa acción de difusión de la medicina preventiva contra las pandemias, y agrega certero, “Versus el pánico la ciencia no tiene mucho qué hacer ni decir. Esta locura es lo que genera la sobreinformación aunque no tanto de los medios sino en las redes. Y ahora todo está tan conectado que se hace el barullo atroz”, manifiesta preocupado un pionero también en la lucha de las adicciones en el país.

La vacuna no es una utopía pero debemos tener paciencia y ser solidarios.

-¿Cómo observa que manejan los medios la comunicación de la cuarentena?

-Pondría un freno a decir que murieron hoy ocho, ayer siete, cuántos casos tenemos con respecto al mes pasado, que mejoramos o empeoramos frente a tal lugar. Parece una competencia sin sentido que golpea dos veces. Primero generando un pánico  tremendo. Y a la larga, por exceso de información, vemos un relajamiento. En vez de pensar cómo me sigo cuidando una vez que la cuarentena se levante, la gente ya quiere salir a correr o tomar un café sin nada.

-Se hace difícil pensar en un tiempo sin certezas…

-Acá lo importante es difundir que conocemos a nuestro rival y confiamos en que la ciencia hace lo imposible para frenar el mal. Hay que ganar tiempo para la ciencia aunque esto se lo puede ver en dos sentidos.

-¿Sentidos?

-Algunos dicen que tenemos que ganar tiempo para el caos que se viene. Tiempo para camas de los enfermos graves, tiempo reservando respiradores a los enfermos gravísimos, tiempo de formación de médicos de terapia intensiva respiratoria, tiempo de llegada de los reactivos, tiempo de preparar las cámaras para los cadáveres.

Pero prefiero sembrar que tenemos que ganar tiempo para la ciencia. Vivimos en un milenio que solamente en tres meses aisló el virus, describió su genoma y tipos, mientras que la humanidad tardó milenios en describir el vi- rus de la viruela. La ciencia finalmente ganará la batalla.

“Vivimos en la época de la Inteligencia Artificial, no en los años de la Edad Media donde la gente se flagelaba para no contraer enfermedades”, comenta el doctor que se define como un “optimista genético”. Y amplía que mantiene contacto con las sociedades científicas del mundo, en su rol de presidente de la Sociedad Argentina de Patologías Científicas, que en la actualidad se encuentran en fase de prueba más de cien medicamentos paliativos para los enfermos, algunos usados en otras afecciones como el HIV y el ébola, y otros creados especialmente para esta enfermedad.

Varios países están en etapas muy avanzadas de vacunas: Francia, Alemania y China, aunque “en Massachusetts, Estados Unidos de Norteamérica, es donde están más cerca con una vacuna diseñada por Inteligencia Artificial que ya sabemos que no daña, o sea que no repotencia la enfermedad. Ahora falta saber si es efectiva contra el virus”, sostiene. (Nota de la redacción: Entrevista realizada en el mes de mayo de 2020). “Aprovecho para aclarar que es vital que cada sospechoso sea tratado por un profesional y no se automedique con remedios que empeoran el cuadro como el ibuprofeno, en todo caso podría ser paracetamol pero siempre bajo la mirada clínica”, y en sintonía con la esperanza de una pronta vacuna señala que “nadie puede saber en qué tiempo lo lograremos pero seguro no pasarán las décadas que se tardaron para prevenir la polio o la meningitis”. Al tiempo afirma: “la vacuna norteamericana estaría financiada por la Fundación Bill Gates para que se distribuya a nivel mundial. Una de mis esperanzas es que la humanidad aprenda que de este tipo de catástrofes salimos juntos y solidarios”, concluye.

 

-Se lee mucho en las redes que no puede ser tan difícil de acabar con un virus que se termina con agua y jabón…

-¡Ahí tenés lo atroz de las redes! Matar entre humanos es muy fácil, lamentablemente. Matar cualquier bicho que está afuera es muy fácil. Algunos amigos dicen que como el alcohol mata al bicho, se toman una copita de más y ya. Pero mucho antes que te mate el virus, amigo, tenés problemas hepáticos. También el calor mata pero no por eso me voy a poner en una olla (risas).

No resulta fácil aniquilar un mal que encima nos puede dañar en el proceso de curarnos. Además producir vacunas tampoco es tan simple sino ya hubiésemos solucionado el milenario Mal de Chagas. La vacuna no es una utopía pero debemos tener paciencia y ser solidarios, además, para que no colapse el sistema. Tenemos que construir nuestra propia temporalidad.

-¿Cómo sería?

-Tengo que tener pensamientos positivos porque mi cerebro se adapta al tiempo psicológico. Si veo una película aburrida es como si fuese eterna, me deprimo, lo mismo que si me quedo pensando en solamente medidas restrictivas y que no puedo salir. Pero si pienso en que mi esfuerzo sirve para que logremos la vacuna, que haya un sistema sanitario fuerte, y que pronto salgamos todos a abrazarnos, el encierro será sentido menos pesado.

Otra manera de combatir virus

Una de las claves para entender las razones de la aparición de virus tan dañinos, y con tanta frecuencia, podría estar  en el medio ambiente. Y también cómo combatirlos, o al menos, controlar sus apariciones. En este aspecto tan poco explorado ni comentado hasta el momento, el doctor Alfredo Miroli señala que “muchos factores intervienen para que haya mayor probabilidad de mutación y uno de ellos es sin dudas la radiación. El agujero en la capa de ozono facilita rayos como los ultravioletas B, que propician las mutaciones. También entrarían como variables los productos químicos que se vierten a los ríos y mares, y las intoxicaciones ambientales, que favorecen a los virus más fáciles de copiar como este tipo que estamos padeciendo, que es altamente mutagénico”, señala el profesional. Y sentencia: “cuidando el medio ambiente probablemente estaríamos achicando probabilidades de nuevas mutaciones y de nuevas enfermedades”.

-Hablando de encierro preventivo,

¿cuál es su opinión que obliga a los mayores de 70 años a no circular?

-Creo que a veces con buenas intenciones se cae en un paternalismo innecesario. Es muy raro porque sería como prohibir el sexo para cuidarnos del HIV. Y ofrecer sexo virtual desde el Estado para todos. Raro. Además discriminatorio porque no se entiende cómo yo que tengo 70, que estoy en mis condiciones mentales, que sé que debo desinfectar aquello que traigo de la calle, que protejo ojos, nariz y boca, y mantengo las distancias, al igual que un chico de 30, estoy privado de mi libertad. Encima no hay penas, solamente un policía que me va decir que me está cuidando mientras me obliga a volver de patitas a mi casa.

mientras me obliga a volver de patitas a mi casa.

 

Por otra parte, son tan vulnerables como los pacientes con enfermedad pulmonar, insulinodependientes o inmunodeprimidos, entonces, ¿por qué se los segrega?

“Tenemos algo que se llama libre albedrío, podemos cometer errores, pero creo que la mayoría de los abuelos conoce y sabe cómo cuidarse. De todas formas…”, y hace una pausa profunda Miroli, consultor científico de varias universidades, y autor de cientos de artículos en congresos y prestigiosas revistas, “estamos obligados a los tapaboca porque no respetamos las normas que nos repiquetearon millones de veces. Aunque fue totalmente errado haber fijado la fecha de cobro de jubilaciones un mismo día, algo que se subsanó con posterioridad, uno podía ver en abril a los pensionados en filas separados por diez centímetros, abrazándose, riéndose, babeándose, esparciendo lo que había que contagiar. Creo que menos del treinta por ciento estaba con tapaboca. Todos sabemos las normas, otra cosa es si las respetamos. De nuevo, acá la ciencia no puede hacer nada”, remata.

-¿Es necesario llegar a la vacuna para superar la cuarentena?

-No necesariamente, podríamos volver parcialmente, cuidándonos. Pero mi optimismitis aguda dice que estamos a las puertas de buenas noticias todos los días. Y que esto sea para nuestros nietos una anécdota más de los tiempos que no podían jugar con sus amigos ni asistir a la escuela y veían a los adultos como perritos con bozales. El impacto en los hábitos y la memoria mundial de la pandemia será gigantesco. Y debemos aprender.

-¿Volverá?

-Seguro. No este virus sino los millones que existen porque todo en la vida muta. Tenemos que acostumbrarnos a medidas sociales de prevención porque esta situación puede volver a ocurrir. Por ejemplo, en 2003 hubo un brote en China de un tipo de Coronavirus que fue de la comadreja al humano, una mutación de un virus que permaneció siglos sin afectarnos. Y a los pocos años, mutaciones genéticas similares del murciélago pasaron al pangolín, un mamífero con escamas, y luego se transmitieron al humano en la forma del COVID-19.

“Si alguien puede garantizar que no habrá nuevos virus, nuevas mutaciones, es que se acabó la naturaleza”, termina afirmando el doctor que se perfeccionó en Inglaterra en la década del ochenta con el premio Nobel argentino César Milstein. Un camino que lo llevó a salir de los “azulejos” de los laboratorios a los bajos fondos de Londres para estudiar las “autopistas” de una nueva enfermedad que aún hace estragos en el mundo, el HIV.

“A mediados de los setenta había ganado la titularidad en la cátedra de Inmunología de la Universidad de Tucumán pero quería estudiar en el extranjero, gané una beca en Biología Molecular en la Universidad de Cambridge con Milstein. Unos años después se describen a los primeros enfermos de una nueva enfermedad inmunológica, que des- pués se llamaría SIDA. Y como queríamos comprender la enfermedad entrevistábamos a gente que participaba en lugares públicos para sexo, o en las tristemente célebres Shot Galleries, donde se ofrecía inyectarse heroína con la misma jeringa. Durante tres años me dediqué a estudiar un campo nuevo para mí que iba desde los neuroreceptores  a la genética adictiva. Necesitaba entender los caminos biológicos pero también sociales de ese nuevo virus para proteger mejor a mis pacientes”, sostiene que con los años fue funcionario nacional y provincial en el área de Adicciones.

-Ahora hablamos de otra pandemia, la drogadicción, ¿cómo encarar este complejo tema?

-Mis alumnos de la facultad hablan de algunas frases mías como Miroleadas, es más, las compilaron en un librito (risas). Una de las más famosas es que cuando imparto clases con médicos del posgrado de adicciones arranco contándoles que les hablaré de las cosas del querer.

-¿De qué?

-No, no, no hago un curso de cine o de novelas (risas). Pregunto a cardiólogos y clínicos quién quiere tener un infarto masivo o un cáncer con metástasis. Nadie. Y responden que saben cómo cuidarse evitando las conductas peligrosas. En cambio, las adiciones arrancan con una pregunta  que no está presente en ningún libro de patología, “¿querés?” Preve- nir algo que no deseamos, algo que sabemos positivamente dañino, es muy fácil pero prevenir lo querido se complica, más si tiene la fama de ser algo cool o progre.

-¿Y cómo prevenimos?

-No es tarea de jueces ni de la policía, tampoco es solamente de la escuela, sino que tiene que ver con la familia. Y te diría que desde la concepción para que ese futuro niño o niña se quiera lo suficiente. Podemos aplaudir cómo destruyen un búnker de drogas o rematan una Ferrari de un narco pero antes debemos ver a quién tenemos al lado y empezar a trabajar para que se sienta querido.

-¿En qué palabras se lo dice a un adolescente?

-Primero que no queremos internar con privaciones, queremos integrar con amores. Y que la próxima vez que cualquiera se acerque con el “¿querés?”, la respuesta es “¡sí! quiero, quiero mi vida, mi sonrisa, mis proyectos. Quiero pasarla bomba y no bombeado”. Si eso pasa en la mayoría de los chicos y chicas habremos ganado la batalla de la prevención.

TEXTO: MARIANO OROPEZA (ESPECIAL)